Gerión. Extraña figura triple.

Heracles y GerionYa en tiempos pretéritos, muy cercanos al mito que describimos, la figura de Gerión –o Geriones– fue causa de un extraño atractivo entre los griegos, muy superior al de cualquier otro de los numerosos personajes que aparecen en las tareas y gestas que realizó Heracles, su héroe por antonomasia.  Vasijas, platos y pinturas de frescos murales reproducían su concepto triple, representado en la ficción poética como un ser de tres cuerpos (a veces, incluso con alas).  Un éxito achacable, con seguridad, a una concepción exótica del personaje.

Porque si algo queda claro en el trasfondo del mito, y de ahí su importancia, es que Gerión, su naturaleza y carácter triple, no es de origen griego, sino que proviene de una cultura externa.  Al contrario que otros personajes y familiares, el nombre de Gerión, como el de Nórax, parece tener carácter autóctono de Tartessos.  Algunos han querido ver en él  cierta influencia babilonia (por las numerosas semejanzas entre los mitos de Heracles y Gilgamesh), o indoeuropea (por la trinidad de Indra, Mitra y Varuna).  Otros –Robert Graves entre ellos–, se inclinan por la celta-irlandesa (Brian, Iuchar e Iucharba, cuyo hijo era el dios Sol celtíbero: LlewLug o Lugo)…  aunque parece olvidar que el mito tartesio es anterior a los celtas, y que incluso hay quienes sitúan ciertos orígenes celtas en la península ibérica.

La tardía aceptación de Tartessos como realidad no ficticia ha contribuido a generar esa cierta dispersión, la falta de criterio y fuerza para afirmar la opción autóctona frente a influencias externas.  Hoy, sin embargo, podemos defender –con tanta fuerza al menos como las anteriores teorías– un origen tartesio para el personaje, y corroborarlo con textos de autores de prestigio como los ya citados Bermejo Barrera, Maluquer de Motes, Caro Baroja, o Vázquez Hoys.

Gerión era un personaje de carácter triple que, al amparo de un culto imaginario a la Triple Diosa imperante en la isla crepuscular de Eritia, me interesaba desarrollar.

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Heracles. La difícil tarea de datar una leyenda (II)

<< Previo: Heracles. La difícil tarea de datar una leyenda (I)

Nuevos datos muy recientes permiten afinar las posibles fechas de una aproximación teórica a la leyenda de Heracles, en base a hechos comparados:

En 2008, aparecía en Scientific American la reseña de un estudio de la Universidad Rockefeller, en el que los investigadores Baikouzis y Magnasco databan el eclipse total de sol que anunció el regreso de Odiseo a Ítaca(1).  Siguiendo las numerosas referencias astrológicas que Homero refleja en la obra para la Luna nueva, el movimiento de Mercurio, Venus, o la constelación del Boyero y las Pléyades, y utilizando un programa informático de astronomía para analizar las diferentes opciones posibles durante 135 años, fijaron la fecha del 16 de abril de 1178 para el suceso.  Si el viaje de Odiseo duró 10 años, los mismos que la guerra de Troya, la toma de la ciudad se produjo realmente en 1188, cuatro años antes que lo indicado por Eratóstenes; y la muerte y deificación de Heracles pasaría a suceder alrededor de 1218 a.C., a los 68 años de edad, como veremos.

Pero no sólo su muerte puede ser aproximada a través de un eclipse; también su nacimiento, si como tal debemos entender la prolongación de una noche en tres que Zeus provocó para gozar de Alcmena y engendrarlo, según la Epítome a la «Biblioteca» de Apolodoro.  De la lista de eclipses solares de la Nasa para el siglo XIII a.C., sólo dos, dentro del rango de fechas posibles, suceden en las cercanías de Grecia: el 15 de abril de 1284, y el 10 de febrero de 1286.  Personalmente, me inclino por éste, por su mejor ajuste al resto de fechas.

Tomándolo como base, el nacimiento de Heracles se produjo el mes de noviembre de 1286 a.C., posiblemente el día 4, elegido por los antiguos griegos para su celebración mensual; y desde esta fecha se puede iniciar una aproximación a la reconstrucción teórica de su cronología:

AÑO CRONOLOGÍA DE SUCESOS EDAD
1286 Concepción y nacimiento
1270 Estudios con Lino, Téutaro y Anfitrión 16
1268 Inicio aventuras, El León de Citerón 18
1267 Victoria sobre Orcómeno 19
1266 Casamiento con Mégara.  Nace Yolao 20
1254 Locura, Oráculo de Delfos, Admeto, Tirinto 32
1253 Euristeo, León de Nemea, Hidra, Cierva 33
1252 Viaje a Hiperbórea, Jabalí de Erimanto 34
1251 Argonautas, Augías, Estínfalo, y Creta 35
1250 Diomedes (Tracia) y Amazonas (Cólquide) 36
1249 Viaje a Tartessos, Anteo y Gerión 37
1248 Viaje a las Hespérides 38
1247 Liberación Prometeo y descenso a Infiernos 39
1246 Queda libre de Euristeo 40
1218 Muerte y deificación 68

Puntualizaciones:

  • Como se ve, la fecha que da Jerónimo para los estudios con Lino (1264) no coincide con otros datos, por cuanto la formación tuvo lugar antes de iniciar sus aventuras a los 18 años; a no ser que suceda más tarde, cuando ya está casado y Anfitrión muerto.  Por el contrario, situar su regreso a Tirinto y el inicio de su reinado en 1254, coincide con la finalización de las tareas en 1246, y la indicación de Eusebio de 36 años hasta su muerte. También la nueva datación para la toma de Troya (1188) tiene lugar antes de los 33 años que irían entre su muerte y las de Cástor y Póllux.
  • Los hechos narrados en Las Columnas de Heracles tendrían lugar, por tanto, durante el año 1249 a.C.
  • He situado la etapa de formación del tirintio con sus maestros en 1270, a la edad de 16 años.  Puede ser cualquier otra fecha previa, hasta los 18, cuando inicia sus hazañas, pero con tiempo a celebrar el juicio por la muerte de Lino y su estancia en Citerón, tras ser alejado de la ciudad por Anfitrión debido a su carácter.
  • Las nupcias de Heracles y Mégara (e Ificles con Automedusa) bien pueden ser un año antes, justo tras la batalla y victoria sobre los minias; pero 1266 sería el año de nacimiento de Yolao.  Esto hace que tenga 12 cuando le acompaña a Delfos, y 13 cuando se convierte en su auriga o escudero en las pruebas.
  • Se cita la fecha de 1250 a.C. como posible para la construcción de la famosa Puerta de los Leones en Micenas.  De ser así, bien podría haberse hecho para celebrar la victoria sobre las Amazonas (aunque dudo que como homenaje a Heracles y su piel de león; pero quién sabe…).  Teseo no sería por entonces el rey de Atenas, sino su padre Egeo (2).

NOTAS:

  1. www.scientificamerican.com Nota de J. R. Minkel, de 23 de Junio de 2008
  2. Se duda bastante de la presencia de Teseo en la expedición aliada a Cólquide contra las Amazonas.  Hay quien asegura que podría haber sido añadida con posterioridad, a fin de justificar la presencia helena en la victoria frente a las mujeres-luna

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Heracles. La difícil tarea de datar una leyenda (I)

No es fácil ponerle fechas al mito.  Por mucho que oculte un trasfondo de realidad, una posible historia real perdida, no existen documentos de la época que lo acrediten sino referencias tardías, transmitidas de forma oral, y adornadas con la fantasía popular. Pero no es del todo imposible.

Evémero de Mesina (330–250 a.C.), padre de la corriente hermenéutica(1) conocida como evemerismo, indicaba que el mito recoge situaciones o hechos de personas reales; y los dioses, cuando no representan a fenómenos naturales, sólo son hombres, héroes, sabios, o soberanos eminentes, divinizados por admiración popular.  De esta forma, el procedimiento evemerista pretende encontrar el significado oculto en los mitos, y su verdadera naturaleza histórica o social.  Es la base de la teoría antropológica de la religión que desarrolla Ludwig Feuerbach (1804–1872), padre del humanismo ateo contemporáneo, de gran influencia en el materialismo crítico de Bakunin, Carl Marx o Hengel.  La arqueología moderna se ha encargado de demostrar (el mejor ejemplo es el descubrimiento de Troya por Schliemann en 1871) que la concepción evemerística del mito puede ser realidad.  Y su datación posible, si se utilizan de base referencias o hechos coetáneos confirmados.

Respecto al mito de Heracles, otros lo han intentado.  Y no cualquiera: el mismo San Jerónimo, uno de los grandes Padres de la Iglesia católica romana.  También Eusebio, obispo de Cesarea aporta datos, en base a textos de Apolodoro(2).  Veamos algunos:

Jerónimo de Estridón (340–420 d.C.) consagró toda su vida al estudio de las Sagradas Escrituras, y es considerado por muchos el mejor en este oficio; su traducción de la Biblia al latín, la conocida Vulgata (edición para el pueblo) ha sido el texto bíblico oficial de la iglesia católica romana hasta su nueva redacción, en 1979.  Jerónimo fue también un lector apasionado de los grandes autores romanos y griegos, cuya obra conocía de memoria, y anotó.  En su «Chronicon», junto a otros hechos de la antigüedad, cita al menos dos fechas sobre figura de Heracles: 1246 a.C. como el año en que finaliza sus tareas para Euristeo, y 1264 a.C. para cuando Lino era su maestro en Tirinto (aunque, como indico más tarde, esta fecha no cuadra con el desarrollo cronológico de los hechos).

Eusebio de Cesarea (275-339 d.C.) es considerado el padre de la historia de la Iglesia, pues son suyos los primeros relatos sobre el cristianismo primitivo (además de las copias de unas supuestas cartas entre Jesús y Abgaro, rey de Edesa).  Entre sus escritos se encuentra la «Praeparatio Evangelica», donde encuentra cierto advenimiento al cristianismo entre los mitos griegos, y compara las figuras de Jesús y Orfeo; también dedica un extenso capítulo a las hazañas de Heracles.  En otra de sus obras, «Crónica» (en griego, Pantodape historia, o Historia Universal) realiza una recopilación de la historia de distintas naciones, y tablas cronológicas comparadas de los hechos.  Ambas obras fueron tenidas en cuenta por San Jerónimo.

De acuerdo a la «Praeparatio Evangelica», Clemente(3) afirma: «entre el reinado de Hércules en Argos y la deificación del propio Hércules y de Asclepio hay comprendidos treinta y seis años según Apolodoro el cronista, y de ese momento a la deificación de Cástor y Pólux treinta y tres años, y en algún momento de este tiempo sucedió la captura de Troya.»  Con este texto, y utilizando la fecha anterior de Jerónimo como base para su reinado en Tirinto (1264 a.C.), hay quien asegura que la muerte y deificación de Heracles habría tenido lugar alrededor de 1226 a.C. Eratóstenes fijó la guerra de Troya entre 1194 y 1184 a.C, es decir, que las fechas podrían coincidir.

Sin embargo, nuevos datos muy recientes nos van a permitir afinar más estas apreciaciones…

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NOTAS:

  1. El conocimiento o arte de interpretación (principalmente de textos) a fin de determinar su verdadero significado.
  2. Apolodoro de Atenas (180-119 a.C) gramático, historiador y mitógrafo griego.
  3. ¿Clemente de Alejandría (150–215 d.C.)?

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Heracles. Sobre Trabajos y otras Tareas.

No todos los autores que enfocan el tema se ponen de acuerdo en el orden de las tareas impuestas a Heracles.  Es más, pocos coinciden realmente en varias de ellas.  En mi caso, y puesto que no afecta a la secuencia de las historias, opté por utilizar el propuesto por el maestro inspirador, Robert Graves, tanto en «El Vellocino de Oro» como «Los Mitos Griegos».

He procurado incluir también algunas de las tareas menores incorporadas a su biografía, en orden supuestamente cronológico; como su participación en la boda de Admeto, la expedición de los argonautas, la resurrección de Alcestis, o el enfrentamiento con Anteo.  Concretamente en este último caso tampoco hay consenso entre los diferentes autores, puesto que unos lo sitúan en su décimo trabajo y otros en el siguiente (Las Manzanas de Oro del jardín de las Hespérides, de nuevo en el confín tartesio del mundo).  Me ha gustado recogerlo junto al de Gerión, como ya hiciera a finales del siglo XV Annio de Viterbo(1) en su «Commentaria», siguiendo a Diodoro Sículo(2).

Otro episodio respecto al cual ningún autor clásico se pone de acuerdo es el del viaje de los Argonautas.  Hay quien lo cita en la juventud de Heracles; otros tras el cuarto, octavo, o noveno trabajo; incluso alguno después de terminar las pruebas.  Eratóstenes(3) incluso lo data en 1225 a.C.; pero esa fecha no es posible si, como sucede, los protagonistas de la guerra de Troya son descendientes (en segunda generación) de los navegantes del Argo; además, por entonces Heracles sería sexagenario.  Como en otros casos, sigo la opción de Robert Graves (quien a su vez se basa en Apolonio de Rodas(4), autor del poema épico que narra la gesta).

Decidí inventar la expedición en barco (y el Pitio, a imagen del Argo) pese a que las referencias clásicas se inclinan por un Heracles caminante hasta Tartessos.  Aún para una historia fantástica, me resulta excesivo, y poco coherente, imaginar al héroe atravesar a pie y solo toda la costa africana, cruzar a nado el estrecho, alcanzar la isla para enfrentarse a Gerión, y regresar a Micenas desde Eritia recorriendo España y Europa entera de nuevo a pie y conduciendo el ganado.  También Diodoro habla de flota y ejércitos en su expedición, aunque Rodrigo Jiménez de Rada, en el S. XIII, llega más lejos en su puntualización cuando indica su llegada a la península en nueve naves(5).

Espero haber acertado con estas licencias artísticas, que sirven para aportar riqueza a la historia.

NOTAS:

  1. Sosia de Giovanni Nanni, dominico viterbiense, que fabuló una pseudo Historia de España repleta de invenciones míticas; basada en textos supuestamente encontrados por un tal Beroso en unas ruinas, tuvo durante un tiempo gran influencia en la historiografía posterior.
  2. Diodoro de Sicilia, historiador romano del siglo I a.C. (San Jerónimo sitúa su madurez en el año 49), autor de la «Biblioteca Histórica» de 40 volúmenes recopilando autores anteriores.
  3. Eratóstenes de Cirene (276–194 a.C.), gran matemático, astrónomo y geógrafo griego, de posible origen caldeo.
  4. Apolonio de Rodas (295–215 a.C.), poeta griego, autor del poema épico «Argonauticas»
  5. En su “Historia de rebus Hispaniae”, escrita por encargo de Fernando III.  En ella, tras derrotar a Gerión, recorre toda Hispania hasta Galicia, donde deja ocho naves. Con la novena llegará a Barcelona (Barchinona según él, por esa barcha nona).

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Heracles, personaje con vida propia.

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Confieso que cuando inicialmente concebí la historia, su protagonista indiscutible iba a ser Nórax.  Tal vez bajo un concepto algo diferente al del héroe épico tradicional, y convertido más en testigo de los hechos que en su generador, pero protagonista al fin y al cabo.  Desde un primer momento tuve claro que al final de su primer relato (Sombras de Luz en la Oscuridad) sería recogido por Heracles en su trayecto hacia Eritia, donde iba a realizar su décimo trabajo para Euristeo; ello me daba pie a aprovechar la estela indiscutible del mayor héroe griego conocido para «lanzar» mi personaje.  Pensaba hacer de Nórax su compañero en la tarea, camarada en labores; también que el argivo terminase siendo villano en una historia que, planteada desde un punto de vista autóctono (y Nórax es tartesio, no lo olvidemos), no era sino un ataque extranjero a los habitantes de un país pacífico y tranquilo; aunque no lo hiciese por deseo propio sino impuesto, obligado por capricho de los dioses (así quedó planteado en otro relato paralelo del personaje,  Nórax, situado en algún momento de su posible futuro: Una ciudad lejana, perdida en la niebla del tiempo).

Sin embargo, en el proceso creativo de construcción de la historia, el personaje de Heracles cobró vida propia y se me escapó de las manos; poco a poco, como el héroe que representa, fue tomando él sólo las riendas de la novela, construyendo su propia vida de ficción, para terminar erigiéndose en protagonista absoluto de la misma.  Al menos en esa parte del relato, en la que Nórax queda convertido en un mero testigo de los hechos.

Es verdad que la inmensa documentación disponible acerca del personaje, posiblemente la más extensa de los mitos helenos (excepto, quizás algún dios principal) facilitó esa tarea.  También lo es que toda ella se encuentra tan deslavazada e inconexa (juventud, tareas, empresas y otras aventuras adyacentes), que a veces no mantienen una coherencia medianamente lógica, y en ocasiones incluso parece que no dieran tiempo a ser realizadas todas en sólo una vida (como esas historias de personajes sobre-explotados, de las que Conan el bárbaro es claro exponente).   Sin embargo, cuanto más me sumergía en su vida, o la de otros mitos que aprovechan la presencia del personaje para enriquecer la suya propia, más posibilidades y motivaciones aparecían.  Y más vida propia cobraba el personaje; que, como digo, se fue construyendo sólo.

Para empezar, he aquí  la genealogía Perseida (sólo se incluyen personajes que aparecen en la historia), tal y como Deileonte se la relata (y dibuja) a Nórax, en el jardín de Tinge:

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Nórax de Tartessos II, disponible

Ha sido un poco arduo, y más tarde de lo previsto, pero el volumen II de la Saga de Nórax de Tartessos ya se encuentra disponible en Bubok (ver post anterior).

De momento, de forma provisional, aún no dispone de su ISBN y Depósito Legal, debido a necesitar un análisis de precios para su posible venta en librerías (más caro, debido al mayor margen comercial que requiere este hecho); pero ya está disponible a un precio básico, que podrá variar cuando esos requisitos se cumplan.

Este volumen II (230 pags.) recoge el libro Canción para Tres Lunas, primera parte de la novela Las Columnas de Heracles, cuyo prólogo fue incluido en el volumen anterior.  Éste es su índice

CANCIÓN PARA TRES LUNAS

1. CALÍRROE
2. TÉSALO
3. NEDEA
4. BRIAREO
5. ERITEIA
6. ERINIAS
7. CORONO
8. CLISIA
9. GORGONA
10. TISÍFONE
11. EGEÓN
12. EURITIÓN
13. TINGE
14. CRÍSAOR
15. ANTEO
Epílogo

La segunda parte de la novela será ofrecida este mismo año, en el volumen III de Nórax de Tartessos, con el título Gloria de una Diosa.

NÓRAX II – Las Columnas de Heracles

LAS COLUMNAS DE HERACLES

(CANCIÓN PARA TRES LUNAS)

Volumen II de la saga, ya disponible en Bubok

Portada y contraportada Nórax II

Tartessos, año 1249 a.C. 

Nórax es recogido del mar por una expedición aquea comandada por Heracles, quien navega rumbo a Eritia, la isla del rey Gerión.

 El tartesio se convierte así en testigo y partícipe involuntario de una aventura épica plagada de mitos: Tisífone, Erinia de la venganza; las Cien Manos de Briareo; la hermosa y calculadora Tinge, o Anteo, el cruel hijo gigante de la diosa Tierra, que desafía a Heracles a un combate singular.

En Eritia también conviven los mitos:

Gerión, Calírroe, Eriteia, Crísaor, Pegaso, Euritión… personajes que sin saberlo son actores de una lucha ancestral entre dioses, un enfrentamiento religioso que esconde en realidad un interés por destruir los restos de la sociedad matrilineal y a la mujer como centro de decisiones, para implantar otra de dioses varones, origen de nuestra cultura actual.

Tras el cuento que sirvió de prólogo, este volumen da inicio real a la saga de Nórax, una aventura clásica de Fantasía Heroica ambientada en Tartessos, ampliamente documentada en raíces mitológicas, en la que el autor intercala un atrevido análisis personal del profundo cambio cultural que subyace en los mitos, en línea con las tesis propugnadas por Robert Graves o Marija Gimbutas.

Reino de Misterio. Ciudad de Fantasía.

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Se hace difícil considerar que un territorio tan vasto como el descrito para Tartessos pudiera pasar a la historia como un todo, un concepto tan único como el que nos ha llegado (o nos gusta imaginar).   Para conseguir algo así es necesario disponer de algún criterio unificador, un catalizador común, que justifique y consolide una organización bien estructurada.  En aquellos tiempos este catalizador sólo podría ser la religión, o una tradición muy antigua y bien arraigada.  Regresaremos en algún momento sobre el tema.

Porque si Justino indica que Habis, rey civilizador, organizó el trabajo en diferentes clases sociales y distribuyó la población en siete ciudades; si Estrabón comenta, citando a autores más antiguos, que los turdetanos (descendientes de los tartesios) eran los íberos más cultos, pues disponían de poemas y leyes escritas en verso de antigüedad superior a seis mil años; más aún, si, al igual que Schulten, un erudito como Blanco Freijeiro, de la Real Academia de la Historia, no puede sustraerse a citar en sus trabajos ilustrados una posible relación de Tartessos con la mitológica Atlántida; o científicos como Collina-Girard, Rainer W. Kühne, o Vázquez Hoys, entre otros, están hoy dispuestos a arriesgar su prestigio profesional defendiendo hipótesis en este sentido…, ¡cómo nosotros, amantes de la fantasía y lo imaginario, podíamos ser menos y sustraernos a esa tentación!

Así, retorciendo el mito, ¿por qué no hacer en la fantasía que Tartessos sea heredera de aquella Atlántida que Platón evocaba en su Critias?.

Como en ella, el reino estaría dotado de una perfecta estructura organizativa, dividida en diez comarcas de reyes iguales (Habis, más tarde, las reconvertiría en siete), con leyes milenarias que incluso se usan para autocontrol de sus dirigentes, quienes se someten a ellas y al criterio de sus iguales en votación democrática, por mayoría de votos.  Y Tharsis (el nombre bíblico del reino, reconvertido) sería aquí su capital, la ciudad perdida de paredes que refulgen con brillos metalizados, y guarda entre sus muros la antigua sabiduría de un pueblo en el olvido.

Como la Atlántida, Tartessos nos da pie a evocar el misterio,y soñar en fantasía.

Manuel Berlanga
Málaga, Septiembre de 2007
Marzo de 2009

atlantisciudad

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Este comentario, junto a los correspondientes a las Dinastías Tartesias, han sido extraídos del volumen II de Nórax de Tartessos: Las Columnas de Heracles.

Las Dinastías Tartesias. V – Medusa, ¿precursora de la realeza proto-histórica?

<< Previo: Las dinastías tartesias. IV – Argantonio.

medusa

Puede sonar extraño, pero no descaminado:

Medusa, una de las Gorgonas clásicas, símbolo apotropaico (1) por excelencia, sería una reina de Tartessos, verdadero origen y precursora de la realeza tartesia proto-histórica.

Tal es la teoría propuesta a debate como hipótesis de trabajo durante el III Congreso español del Antiguo Oriente Próximo, celebrado en Huelva, en 2003.  Y no por una persona cualquiera, un «friki»  extravagante y fanático de la fantasía mitológica como alguno de nosotros, sino por Ana Mª. Vázquez Hoys, profesora titular de Historia Antigua de la UNED, investigadora, y autora de numerosos ensayos y libros (el último de los cuales, «Las Golondrinas de Tartessos», os recomiendo sinceramente).

Ana Vázquez, mujer valiente donde las haya (hay que serlo, sin duda, para apostar por ideas así en un mundo ciertamente poco abierto a teorías «peregrinas»), fundamenta sin embargo su exposición en datos bien asentados, basados en las propias fuentes antiguas y citas previas de colegas y autores de renombre, que dan solidez a sus argumentos (en especial el radical *GR hispano que García Moreno asocia a GeRión o GáRgoris; y ella a la GoRgona); argumentos, por otro lado, basados en la simple lógica:

Si Medusa, mujer hermosa en sus orígenes («de bellas mejillas» según Píndaro) que se transforma a sí mismo en ser terrible (según cuenta Ovidio, como reacción a ser violada por Posidón), fue la madre de Crísaor, que fue padre a su vez de Gerión, reconocido por los clásicos como rey de Tartessos, la ecuación genealógica del origen de la estirpe se resuelve sola.  Pero como dice la autora, este hecho pasó al olvido, tal vez porque se trataba de una mujer (y los reyes debían ser hombres…)

Pero mejor que yo, os recomiendo acudir a las palabras de la autora en su propio artículo, pinchando aquí.

No conozco a Ana Mª Vázquez Hoys (ya me gustaría), pero recomiendo encarecidamente su obra, y su blog.

  1. Del griego apotrepein: alejarse:  gesto, expresión u objeto que se utiliza para alejar un influjo mágico maligno.

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La historia de Medusa, madre de Crísaor, queda recogida en el volumen II de Nórax de Tartessos, Las Columnas de Heracles.

Cuando lo escribí, hace ya bastantes años, aún desconocía la hipótesis de la profesora Vázquez Hoys; si no, seguro que la hubiese utilizado.  Por entonces me basé en Pausanias y Robert Graves, aunque la situaban en Libia.   Decidí adaptarlo, y en la novela, sin citar dónde, Medusa y sus hermanas, Esteno y Euríale, forman una tríada de sacerdotisas del culto a la triple diosa cuando son atacadas por Perseo.  No la hice reina, pero en el ámbito de Tartessos también debía detentar un gran poder (en este caso, espiritual).