Ya en tiempos pretéritos, muy cercanos al mito que describimos, la figura de Gerión –o Geriones– fue causa de un extraño atractivo entre los griegos, muy superior al de cualquier otro de los numerosos personajes que aparecen en las tareas y gestas que realizó Heracles, su héroe por antonomasia. Vasijas, platos y pinturas de frescos murales reproducían su concepto triple, representado en la ficción poética como un ser de tres cuerpos (a veces, incluso con alas). Un éxito achacable, con seguridad, a una concepción exótica del personaje.
Porque si algo queda claro en el trasfondo del mito, y de ahí su importancia, es que Gerión, su naturaleza y carácter triple, no es de origen griego, sino que proviene de una cultura externa. Al contrario que otros personajes y familiares, el nombre de Gerión, como el de Nórax, parece tener carácter autóctono de Tartessos. Algunos han querido ver en él cierta influencia babilonia (por las numerosas semejanzas entre los mitos de Heracles y Gilgamesh), o indoeuropea (por la trinidad de Indra, Mitra y Varuna). Otros –Robert Graves entre ellos–, se inclinan por la celta-irlandesa (Brian, Iuchar e Iucharba, cuyo hijo era el dios Sol celtíbero: Llew, Lug o Lugo)… aunque parece olvidar que el mito tartesio es anterior a los celtas, y que incluso hay quienes sitúan ciertos orígenes celtas en la península ibérica.
La tardía aceptación de Tartessos como realidad no ficticia ha contribuido a generar esa cierta dispersión, la falta de criterio y fuerza para afirmar la opción autóctona frente a influencias externas. Hoy, sin embargo, podemos defender –con tanta fuerza al menos como las anteriores teorías– un origen tartesio para el personaje, y corroborarlo con textos de autores de prestigio como los ya citados Bermejo Barrera, Maluquer de Motes, Caro Baroja, o Vázquez Hoys.
Gerión era un personaje de carácter triple que, al amparo de un culto imaginario a la Triple Diosa imperante en la isla crepuscular de Eritia, me interesaba desarrollar.
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