(El presente texto forma parte de un comentario realizado en 1999, para una propuesta de Nórax como guión de cómic / novela gráfica):
Por aquel entonces, yo editaba Berserkr, Fanzine de y sobre Fantasía Heroica. Para su número 7 me propuse realizar un monográfico sobre Fantasía Heroica española: todo cuanto se hubiese escrito hasta entonces; también, dar paso a los nuevos escritores que surgían en aquel momento (recordad, en aquella época ninguna editorial publicaba nada que sonara a español). Así las cosas, me puse en contacto con todos los compañeros del fandom y, gracias a ellos, recopilamos y quedó reflejado en un artículo todo cuanto había sido publicado en nuestro país, tanto de forma «oficial» como alternativa. Además, de entre todos los relatos que me llegaban y no habían visto la luz aún, seleccioné los que me parecieron más interesantes, y ese número estuvo exclusivamente formado por relatos españoles de fantasía heroica. La intención era repetir la experiencia algunos números más adelante, pero… en 1989, por diferentes motivos, y justo cuando la Sociedad Europea de Ciencia Ficción, reunida ese año en San Marino, le concedía el Premio Europeo de S.F. a la mejor revista española de aficionados, BERSERKR dejó de publicarse.
Pero, como alguien dijo, esa es otra historia…

VOLVIENDO A JUNIO DE 1987…
Entre aquellos relatos colé uno propio; la primera parte (de tres) de un cuento titulado Sombras de Luz en la Oscuridad, Luz de Luna entre las Sombras (menudo título, ¿eh?), que continuó en el número 8, pero cuya parte final, al igual que el número 9 del fanzine nunca llegaría a ver la luz… aunque estaba terminada.
En ese número 7, junto a cada relato, al final, aparecía un pequeño comentario del autor, sobre el mismo o alguna cuestión relacionada. Reproduzco lo que dije en aquel momento, pues sigue teniendo validez ahora:
«Siempre, desde que me acerqué a su realidad, Tartessos ha ejercido sobre mí una atracción irresistible. Su misterio, su desconocimiento histórico hasta hace unos años y, a pesar de todo, el que hoy en día solo haya salido a la luz una ínfima parte de lo que fue una cultura excepcional, con leyes y poemas milenarios escritos en verso, una extensión de dominios extraordinaria para aquella época, y una ciudad (que algunos han querido emparejar con la Atlántida platónica) que desapareció sin dejar rastro y que constituye la deuda pendiente de la Arqueología moderna… Un Tartessos mitológico que da pie a la presencia de Herakles en su décimo trabajo, los bueyes de Gerión; pero también un Tartessos real, con una capacidad comercial única que le permite, a través de sus enormes «naves de Tharsis» bíblicas, recorrer la «vía del estaño» hasta Britania o suministrar al mismísimo Salomón materiales para su templo magnífico…
Y todo ello en Andalucía, mi tierra… ¿Podía alguien encontrar un entorno mejor para perderse en los caminos de la Fantasía?»
Desde entonces el relato ha sido reescrito. Incluso prologado y continuado en una gran aventura al lado de Heraklés, que llevará al personaje junto a Gerión y el robo de sus bueyes, y donde conocerá a Erytheia, la futura madre de su hijo, que llevará su propio nombre a la historia.
Porque, eso sí, el nombre de Nórax es auténtico. Y tartesio. No es inventado, no. Ni va persiguiendo esa estela de las vocales de Conan, para darle mayor popularidad y atractivo ante el público. Nórax fue en realidad un tartesio, hijo de Erytheia y -según los griegos- el dios Hermes, mensajero de los dioses. Famoso marino y posiblemente rey o general, años más tarde, junto al libio Sardo, darían nombre a Cerdeña (Sardo) y su capital Nora (Nórax). Así queda recogido en la estela de Nora (S. IX a.C.), que se conserva en el museo de Cagliari.
Nuestro personaje literario será, con el tiempo, el padre de éste, a quien legará el nombre que la historia nos ha trasladado, que llegado a Erytheia como heraldo de la diosa. De ahí la confusión griega con Hermes (o el querer emparentarlo con una divinidad, como era costumbre, para agrandar su prestigio).