(Extracto del prólogo a la edición de Nórax de Tartessos I, en Bubok)
Tartessos, aproximación histórica a un mito desaprovechado.
Pero volvamos a Tartessos, reino misterioso donde los haya.
Muchos autores lo han identificado con la Tharsis bíblica que aparece en varios de sus libros, en diferentes etapas. Curiosamente, tales citas son hechas en fechas que coinciden casi exactamente con las del reconocimiento de Tartessos por parte de la Historia: en el Libro de los Reyes (en relación con Josafat, siglo IX a.C.), Isaías (siglo VIII a.C.), Salmos y Jeremías (siglo VII a.C.), Ezequiel (siglo VI a.C.), Jonás (siglo IV a.C.), Isaías III (hacia el año 475), Crónicas (hacia el 400 a.C.); después desaparecen, como las citas históricas de aquel reino. Sin embargo, como dice Manuel Bendala, las diferentes interpretaciones que se entresacan de ellas, hacen casi imposible extraer datos de verdadero valor histórico.
La mayoría de textos griegos enfocan el tema desde un aspecto mitológico, relacionado con su monarquía proto-histórica, aunque ya lo sitúan más allá de las columnas de Heracles, en el confín extremo del mundo.
Tal vez, la descripción más exacta de Tartessos se encuentre en los versos de la Ora Marítima de Rufo Festo Avieno, quien transcribe datos de un autor púnico del S. VI a.C. que cuenta hechos que bien pudo presenciar personalmente. Sitúa a Tartessos en una isla del golfo de su mismo nombre (actual Golfo de Cádiz), en el que desemboca el río Tartessos (Guadalquivir), que baña sus murallas tras pasar el lago Ligustino (actual Coto de Doñana), cerca del Monte de los Tartesios, lleno de bosques, y el Monte Argentario, en cuyas laderas brilla el estaño; a cuatro días a caballo de la región del Tajo (Ronda) y cinco de Mainake (Málaga). También indica sus límites: se extendía desde Huelva hasta Mastia (Cartagena).
La no presencia de rastro alguno en la región conducía a pensar en Tartessos como un concepto mitológico, y así lo trató la Historia. Hasta que en 1924, Adolf Schulten, historiador y arqueólogo alemán, gran hispanista, publica su obra Tartessos, donde, en base a sus conocimientos de las fuentes literarias antiguas, señala la posible ubicación de la ciudad siguiendo las pautas de Avieno; también en su obra especuló con la posible identificación de Tartessos con la Atlántida de Platón. Schulten decidido a encontrar la ciudad, realizó excavaciones en Huelva y el Parque Nacional de Doñana. Soñaba con obtener el mismo éxito que Schliemann con Troya, pero no lo consiguió. Terminó obsesionado y desistiendo. Sin embargo, es considerado por todos el padre de la investigación moderna sobre Tartessos.
Hoy en día, la arqueología se ha encargado de demostrar la existencia de numerosas pruebas que justifican la presencia de Tartessos, un reino real, no mítico, en lo que hoy abarca Andalucía. Pero mientras no se descubra la ciudad que fue sede de su monarquía poco se habrá conseguido.
La posición oficial de la Historia es que Tartessos no existió, porque su ciudad no aparece (como no existía Troya antes de Schliemann); su historia no puede ser tal porque no se conservan textos escritos -griegos, o egipcios- que la recojan, si no es como fábula o leyenda…
Pero la Historia que conocemos puede no ser la única:

La civilización de Tartessos disponía de un lenguaje escrito propio (ver en Wikipedia). Ya en el siglo I, Estrabón citaba (III 1,6) que los turdetanos disponían de leyes escritas con una antigüedad de seis mil años (hoy ocho mil); eran herederos de los tartesios.
Ana Mª. Vázquez Hoys, titular de Historia Antigua de la UNED, que hace años propuso fijar el inicio de la monarquía tartesia en Medusa (enlace), y recordaba la existencia de un posible radical autóctono GR, presente tanto en la Gorgona como en su nieto Gerión, Gárgoris o Argantonio, retoma ahora aquellos signos escritos aparecidos en Huelva, datados hacia el 4.000 a.C. para indicar que quizás la escritura no naciese en oriente, sino en nuestro occidente más cercano.
Dice Maluquer de Motes que una sociedad que descubrió tan pronto la escritura debía tener, en palacios y casas particulares, inscripciones reales, leyes, anales históricos, listas de tributos… al igual que otras monarquías contemporáneas (Knosos, Pilos, Micenas, Tebas…). Él mismo se encarga de demostrar que no se trataba de una escritura culta o de casta sacerdotal, sino de uso corriente, por toda la población, dadas las muestras encontradas en anillos, lápidas, vasijas, monedas milenarias, o utensilios de uso común…
Pero el alfabeto tartesio (como el íbero, y otros), aún no dispone de una piedra roseta con que descifrarlo… ¿Qué Historia se nos ha negado, perdida tras el desconocimiento?
Son numerosas las pruebas arqueológicas que demuestran la existencia, durante el segundo milenio antes de Cristo, de un comercio real entre la Península Ibérica y la civilización de Micenas, al otro lado del Mediterráneo. La Estela de piedra de Nora, en Córcega, indica que Nórax, nieto de Gerión, fundó una colonia tartesia en esa isla, sobre el 1200, dando nombre a su capital… pero la historia «oficial» insiste en que la navegación fue «inventada» por los fenicios, hacia el año 1000 a.C…
Es muy posible, pues, que exista otra Historia, diferente y muy distinta de la que nos ha sido legada hasta ahora, escondida tras el mito.
Algo pasó, sin duda, hacia finales del S. XIII a.C. (¿un cataclismo, un maremoto tal vez?) coincidente con la caída de Micenas y la llegada de aquellos desconocidos «pueblos del mar» que invadieron el Mediterráneo oriental, cuna de nuestra cultura, historia y civilización actual. Algo, que nos ha privado, hasta ahora, del conocimiento y saber sobre esa otra cultura que bien podría haber florecido en el Mediterráneo occidental y nuestra península, y llegó hasta una Grecia y Egipto que intentaban recomponerse, en forma de leyenda.
Sería curioso, y paradójico, que la búsqueda ahora de esa otra leyenda eterna, la Atlántida (¿o es lo mismo?), colaborase al descubrimiento de Tartessos:
Más allá de las ensoñaciones de Schulten, en 2001, el Dr. Collina-Girard, geólogo del Centro Nacional de Investigación Científica francés, expuso su teoría de la existencia de la Atlántida entre Gibraltar y Tánger, más en concreto en la isla sumergida de Espartel. La BBC anunció en 2004 la realización de una expedición científica para corroborar este dato, en la que esperaban encontrar restos de civilizaciones antiguas… Al tiempo, científicos de la universidad alemana de Wuppertal retomaban aquella idea de situar su presencia en Doñana, enterrada a gran profundidad en las marismas de Hinojo, pues, a partir de fotografías tomadas desde satélite habrían detectado una isla de las mismas dimensiones que la que describe Platón para la Atlántida, también con círculos concéntricos, y una estructura coincidente con el templo de Posidón. Aunque este planteamiento ya ha sido rechazado por algunos expertos de la Universidad de Huelva, otros, historiadores e investigadores del CSIC continúan sus estudios y orientan sus trabajos en este sentido… en un entorno natural protegido que impide grandes avances.
Al día de hoy ignoramos qué deparará el futuro sobre la civilización de Tartessos; pero no hay duda de que gran parte de la comunidad científica se niega a rechazar la posible realidad del mito.
Y, mientras ese futuro llega, ¿por qué no usar la Fantasía para recrear mitos perdidos de una realidad posible, puede que no del todo improbable, … y disfrutar con ellos?.
Manuel Berlanga Fernández
Málaga, verano de 2007,
diciembre de 2008.