Confieso que cuando inicialmente concebí la historia, su protagonista indiscutible iba a ser Nórax. Tal vez bajo un concepto algo diferente al del héroe épico tradicional, y convertido más en testigo de los hechos que en su generador, pero protagonista al fin y al cabo. Desde un primer momento tuve claro que al final de su primer relato (Sombras de Luz en la Oscuridad) sería recogido por Heracles en su trayecto hacia Eritia, donde iba a realizar su décimo trabajo para Euristeo; ello me daba pie a aprovechar la estela indiscutible del mayor héroe griego conocido para «lanzar» mi personaje. Pensaba hacer de Nórax su compañero en la tarea, camarada en labores; también que el argivo terminase siendo villano en una historia que, planteada desde un punto de vista autóctono (y Nórax es tartesio, no lo olvidemos), no era sino un ataque extranjero a los habitantes de un país pacífico y tranquilo; aunque no lo hiciese por deseo propio sino impuesto, obligado por capricho de los dioses (así quedó planteado en otro relato paralelo del personaje, Nórax, situado en algún momento de su posible futuro: Una ciudad lejana, perdida en la niebla del tiempo).
Sin embargo, en el proceso creativo de construcción de la historia, el personaje de Heracles cobró vida propia y se me escapó de las manos; poco a poco, como el héroe que representa, fue tomando él sólo las riendas de la novela, construyendo su propia vida de ficción, para terminar erigiéndose en protagonista absoluto de la misma. Al menos en esa parte del relato, en la que Nórax queda convertido en un mero testigo de los hechos.
Es verdad que la inmensa documentación disponible acerca del personaje, posiblemente la más extensa de los mitos helenos (excepto, quizás algún dios principal) facilitó esa tarea. También lo es que toda ella se encuentra tan deslavazada e inconexa (juventud, tareas, empresas y otras aventuras adyacentes), que a veces no mantienen una coherencia medianamente lógica, y en ocasiones incluso parece que no dieran tiempo a ser realizadas todas en sólo una vida (como esas historias de personajes sobre-explotados, de las que Conan el bárbaro es claro exponente). Sin embargo, cuanto más me sumergía en su vida, o la de otros mitos que aprovechan la presencia del personaje para enriquecer la suya propia, más posibilidades y motivaciones aparecían. Y más vida propia cobraba el personaje; que, como digo, se fue construyendo sólo.
Para empezar, he aquí la genealogía Perseida (sólo se incluyen personajes que aparecen en la historia), tal y como Deileonte se la relata (y dibuja) a Nórax, en el jardín de Tinge: